Una doncella rubia se enamora
De un caballero que parece la muerte.
La doncella lo llama por teléfono
Pero él no se da por aludido.
Andan por unos cerros
Llenos de lagartijas de colores.
La doncella sonríe
Pero la calavera no ve nada.
Llegan a una cabaña de madera,
La doncella se tiende en un sofá
La calavera mira de reojo.
La doncella le ofrece una manzana
Pero la calavera la rechaza,
Hace como que lee una revista.
La doncella rolliza
Toma una flor que hay en un florero
Y se la arroja a boca de jarro.
Todavía la muerte no responde.
Viendo que nada le da resultado
La doncella terrible
Quema todas sus naves de una vez:
Se desnuda delante del espejo,
Pero la muerte sigue imperturbable.
Ella sigue moviendo las caderas
Hasta que el caballero la posee.
Nicanor Parra.
Perdí mi juventud en los burdeles
Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.
Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.
Pasábamos por ti como las olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.
Perdí mi juventud en los burdeles,
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.
Allí, bella entre todas,
reinabas para mí sobre las nubes
de la miseria.
A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo,
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.
Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.
Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
copiaban en vano tu hermosura.
Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste
desnuda para mí, todo era olor
a muerte.
No he podido saciarme nunca en nadie,
porque yo iba subiendo, devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente,
y te perdí, y no pude
nacer de ti otra vez, y ya no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.
Los encontre en algunos papeles que conservaba en mis cuardernos de lenguaje y recorde lo mucho que me gustaban.
1 comentario:
Negro ¡¡¡¡ mala persona,,,jamas te acuerdas de nosotras....oie te acuerdas cuando la profe leia esos poemas y se errrrcitaba toa la vieja????,,,,era gracioso......yyyyy porque no me dijiste que te gustaba manu garcia..podriamos haber ido juntos al recital que hizo la otra vez....yo fui con las monas y se aburrieron mas q la....pa' la otra sera.....besitos manunegritofeo.....adios
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